En la vida ocurren hechos que provocan una profunda agitación de los sentimientos que viven en lo más profundo de nuestros corazones, que se estremecen y luchar por Salir al exterior, buscando formas de expresión, unas veces mediante gestos y otras mediante palabras. Se niegan a permanecer en el interior, mudos y sombríos, quieren ver la luz del sol, quieren salir al exterior, quieren que la mente los dote de forma, para ser recibidos por las personas que nos rodean.

Estos sentimientos, ponen de manifiesto nuestro estado anímico, unas veces reflejan alegría y otras tristeza, expresan así la esencia de nuestro propio ser, disfruta del placer porque conocemos el sabor del dolor, existe el día porque a continuación le sucede la noche. Sentimos y valoramos la vida porque un día llega el sueño eterno, en el que nos envuelve la muerte.

La llamada de un amigo el día ll de Mayo [2004], anunciando la noticia de la marcha de Tomás, me invadió de un profundo sentimiento de tristeza. de forma inevitable hizo aflorar mil recuerdos del amigo perdido, que de forma desordenada fueron desfilando por mi mente.

No volvería a ver más su figura delgada y esbelta, dominada por rasgos aparentemente anglosajones, pelo rubio, ojos azules y mirada serena, en la que destacaba el aspecto humano de su persona, de corazón plenamente mediterráneo, reflejado en un amor intenso por todo aquello que le rodeaba. En principio, parecía que sólo quedarían los recuerdos de las vivencias compartidas en las diferentes etapas de nuestras vidas.

Sin embargo, una vez superado el primer impacto, que representa la desaparición física del amigo, afloran a la superficie nuevos sentimientos, ésta vez, de satisfacción por haber tenido la oportunidad de recorrer con él parte del camino de la vida, en el que todos hemos enriquecido nuestra personalidad, como seres humanos, compartiendo experiencias, vivencias personales y extensos diálogos sobre los más diversos temas.

Una meditación más serena, me lleva a la conclusión de que la parte humana del amigo permanece con nosotros y, para encontrarla, es suficiente con cerrar los ojos y viajar a través del tiempo compartido con él, para poner de manifiesto a través de la palabra los rasgos de su perfil humano.

El amor por todo aquello que le rodeaba, es decir, el amor por la vida saltaba a la vista en el primer contacto, que se mantenía con él, reflejado en el vitalismo que trasmitía a su alrededor.

El amor por su tierra, en la que hundía sus raíces, representado por el profundo deseo de permanecer vinculada a ella, como parte integrante de su propio ser. Para los que nos conocemos desde la infancia parajes como el Castor y el Velerin, nos resulta fácil de entender su interés por rehabilitar la casa familiar situada en lo más alto de la Loma del Monte, rodeada de almendros.

El amor por su propio pueblo, Estepona, al que ha permanecido unido, a pesar de residir de forma permanente en Málaga por razones profesionales.

El amor por su gente, que han sido su familia y sus amigos, hayamos o no compartido sus ideas. La pasión por su profesión, la investigación y la enseñanza, a la que dedicó toda su vida profesional, llenando el zurrón de sus conocimientos, para luego transmitirlos a sus alumnos, ayudándoles a crecer en el aspecto humano y en el profesional.

La preocupación por transformar la sociedad en otra mejor, más igualatoria y más solidaria. En este sentido. se puede afirmar que la utopía canalizó sus propuestas y sus proyectos, siempre tenía algo nuevo creativo e imaginativo en mente para poner en marcha.

El convencimiento de que la cultura era el único instrumento valido para que los ciudadanos fuesen libres y tuviesen criterio para tomar decisiones. Inquietud compartida con él por un grupo de jóvenes, que en el año 1970, nos llevó a la fundación del Centro Cultural, convertido en aquella época en un foro de debate, en el que vivimos de forma intensa el cambio de la dictadura a la democracia.

Como conclusión a su perfil humano, se puede afirmar que ha vivido una vida que merece la pena, plena en intensidad y cargada de amor hacia todo lo que hacía.

En definitiva, el surco profundo dejado por Tomas, a lo largo del camino de la vida, permanecerá para siempre con nosotros.

De esta forma, la tristeza y la alegría se funden en un solo sentimiento, que nos recuerda el significado de la vida.

Ignacio Pérez de Vargas. Articulo publicado en el boletín del Centro Cultural Estebbuna en 2004.